Tras la flagelación, Jesús es condenado a la crucifixión,
por ello debe cargar el travesaño horizontal o patibvlvm hasta el lugar del
suplicio, en este caso el monte Gólgota.
Consigue llegar a duras penas y gracias a la ayuda de uno de los
individuos que permanecían expectantes. Cuando llegan a la cima, le ofrecen, a
modo de analgésico, una especie de vino mezclado con mirra, que este rehusó
tomar.
Cuando el reo llegaba al lugar dónde tendría lugar la
crucifixión, era tirado al suelo y sujetado al patibvlvm. La fijación se podía
hacer mediante clavos, atado con cuerdas
o ambos sistemas a la vez. Una vez sujeto, se alzaba para colocar el
patibvlvm sobre el stipes, este último ya estaba clavado en el suelo.
Dependiendo de la altura de la cruz se empleaban escaleras o un sistema de
poleas. Tras ser colocando, se procedía a clavar los pies sobre el madero, flexionando las rodillas. Para culminar, se le colocaba sobre la cabeza o
colgado del cuello el titvlvs, dónde figuraba el nombre y la condena del reo.
Juesús fue crucificado en el calvario, en latín calvaria o
en arameo Gólgota “monte de la calavera” llamado así por su característica
forma y semejanza a un cráneo humano. Cuando llegó, aparte de que se le ofreciera
algo de beber, también fue desnudado, dejándole un calzón. El quitarle la ropa provocaría
la vuelta al sangrado de las heridas de la flagelación que se habían adherido
al tejido. Fue tumbado en el suelo y preparado para ser crucificado. Los clavos utilizados rondarían los 15 cm, siendo más largos para los pies.
La teoría más difundida es que el clavo penetrase la muñeca
y no la palma, ya que al poco tiempo terminaría por desgarrarse.
En el caso de los pies, ambos estarían unidos con un solo
clavo. Estuvo se tuvo que colocar entre el I y el II o el II y el III
metatarsiano. Las rodillas debían de estar flexionadas.
En esta lamentable posición la caja torácica se comprime,
impidiendo la realización correcta de los ejercicios de inhalación y exhalación.
Para ello tendría que impulsarse sobre los pies clavados levantando todo su
cuerpo, sufriendo un agudo dolor en los pies a lo que habría que añadir los
roces de la espalda sobre el madero, que agravarían las heridas anteriores.
Son horas de terrible sufrimiento, sufre calambres, asfixia parcial,
la piel de la espalda se le desgarra contra el madero con cada intento de
tomar algo de aire. Cada vez más le resulta más difícil expulsar el dióxido de
carbono, que se le acumula en los pulmones. Su corazón comprimido lucha por
bombear sangre.
A pesar de toda esta agonía, según los evangelios, Jesús
todavía tiene tiempo de pronunciar siete frases. En la quinta, grita “Tengo sed”
momento en el que uno de los soldados le acerca una esponja clavada en una rama
de hisopo y empapada de posca, un vino agrio y barato consumido por los
legionarios romanos.
En el séptimo, Cristo toma una última bocanada de aire y
emite un gran grito: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” Murió siendo
las 15:00 horas aproximadamente y estando alrededor de 3 horas crucificado.
Para acelerara la muerte del reo, se le rompían las piernas
de tal modo que, este no podía impulsarse para respirar, terminado asfixiado.
Este fue el caso de los ladrones que acompañaron a Jesús. Cuando los romanos
llegaron a Cristo, solo tuvieron que atestiguar su muerte atravesando el costado
hasta el corazón.
Poco después el cuerpo inerte de Jesús fue bajado con ayuda
de un manto y depositado en un sepulcro próximo al monte Gólgota.
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